Biografía de Joaquín V. González

Nació en Nonogasta (La Rioja) un 6 de marzo de 1863. Prominente político, historiador, educador, masón, filósofo, jurista y literato argentino, gobernador de La Rioja, su provincia natal, y varias veces ministro, fue el fundador de la Universidad de La Plata y del Instituto Superior del Profesorado Retrato de Joaquín V. Gonzálezde Buenos Aires. Fue además miembro de la Real Academia Española y de la Corte Permanente de Arbitraje internacional de La Haya. Falleció siendo Senador de la Nación, en Buenos Aires un 21 de diciembre de 1923.

Estudió en Córdoba en el Colegio de Monserrat, y a los 18 años inició labores periodísticas colaborando en varios diarios locales, como El Interior y El Progreso, así como en La Revista de Córdoba. Más tarde dictó clases de Historia, Geografía y Francés en la Escuela Normal de esa ciudad.

A los 22 años, comenzó a escribir su tesis doctoral: Estudios sobre la Revolución, fundó el diario La Propaganda y fue elegido presidente del Club Universitario Estudiantil.

Luego de doctorarse en Jurisprudencia en el año 1886, regresó a La Rioja contratado por el gobierno para estudiar un problema limítrofe entre esa provincia y la de Córdoba. Ese mismo año fue elegido diputado nacional, aun sin tener la edad requerida para desempeñar dicho cargo, que también ocuparía durante los períodos 1886-1889 y 1898-1901.

En 1887, siendo uno de los más prominentes juristas de la Argentina, es designado miembro de la Comisión de Reforma Constitucional y se le encarga la tarea de redactar el proyecto de Constitución para la provincia de La Rioja. Ese mismo año publica su primera obra historiográfica: La Revolución de la Independencia Argentina, ingresa al diario La Prensa de Buenos Aires y es nombrado primer profesor de la cátedra de Derechos de Minas.

En 1889, antes de terminar su período legal de diputado, es electo gobernador de su provincia, cargo al que renuncia al cabo de dos años para dedicarse de lleno a su actividad de escritor y periodista. Por entonces publica su obra emblemática: La Tradición nacional, donde vincula el paisaje, el folklore, la sociología y la historia del país. En 1894 es designado titular de la cátedra de Legislación de Minas, y en 1896 accede al Consejo Nacional de Educación siendo además académico titular de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

En 1901 el presidente Roca lo designó Ministro del Interior, para lo cual debió renunciar a su banca de diputado. Al mismo tiempo se hizo cargo en forma interina de los ministerios de Justicia e Instrucción Pública y de Gobierno y Relaciones Exteriores. No por esto abandonó su labor académica, dictando discursos magistrales recordados por años, como el pronunciado en la Facultad de Derecho en 1902 sobre El ideal de la Justicia y la vida contemporánea. Siendo ministro esbozó un proyecto de reforma electoral por circunscripciones, uninominal, el que convertido en ley, se tradujo en la descentralización comicial gracias a la cual fue electo Alfredo Palacios, primer diputado socialista de la Argentina y de Latinoamérica. González fue, en el aspecto político, de lineamiento sumamente conservador. En una oportunidad, cuando se le preguntó qué opinaba del sufragio universal, respondió: «es el triunfo de la ignorancia universal

El presidente Manuel Quintana lo designó nuevamente Ministro de Justicia e Instrucción Pública en 1904, cargo desde el cual Joaquín V. González creó el Seminario Pedagógico, más tarde llamado Instituto Nacional del Profesorado Secundario de Buenos Aires, el cual contó con un numeroso plantel de profesores extranjeros –en su mayoría de Alemania– y que actualmente lleva su nombre. Al año siguiente crea la moderna Universidad de La Plata, conforme a los progresos de la ciencia de la época. Tras la muerte de Quintana, Figueroa Alcorta le asigna el cargo de Presidente de dicha Universidad, más tarde denominado Rector, puesto que ocupa hasta 1918. Al abandonar este cargo, es despedido apoteóticamente en el Teatro Argentino de La Plata.

De regreso en Buenos Aires, vuelve a las aulas de la Universidad enseñando Derecho Constitucional AmericanoDerecho Institucional Público e Historia de la Diplomacia Argentina, a la vez que colabora con el diario La Nación de esa ciudad. En 1916 es elegido Senador, cargo que ocupa hasta su muerte en diciembre de 1923. Sus restos fueron trasladados varios años después hasta suChilecito natal.

Reconocido como uno de los más ilustres hombres de la Argentina, Joaquín V. González fue miembro académico corresponsal de la Real Academia Española de la Lengua desde 1906, y formó parte de la Corte Internacional de Arbitraje de La Haya en 1921.

No nació en uno de los importantes centros de población o de comercio de la República Argentina, sino en una de sus más apartadas provincias, La Rioja, región que exhibe majestuosas bellezas naturales, las cuales fueron la inspiración de las producciones literarias con que el doctor González se inició en el cultivo de las letras y de la literatura, dando a conocer el sólido talento artístico que lo destacó.

Su producción intelectual es acaso una de las más vastas. Sus facultades intelectuales presentan un raro paralelismo: armonía de imaginación creadora con imaginación constructora «Mis Montañas», «La Tradición Nacional», «Historias», «Cuentos», encierran siempre el colorido del paisaje, el sabor de la tierra, todas las percepciones naturales de un país de rígidas montañas, desolados y verdeantes valles, horizontes azules y leyendas locales, modificadas por los elementos de su fantasía.

En cambio en su » Manual de la Constitución Argentina» -obra fundamental de ejercicio constitucional y comentario más completo sobre la Constitución de la República Argentina- en » Curso de Legislación de Minas», » La Reforma electoral», «Proyecto de Ley Nacional del Trabajo» y otras de índole análoga, surge el constructor, su rigorismo científico.

Retrato de Joaquín V. González

Como orador, sabía transmitir la profundidad del concepto y la corrección. En el Parlamento sus producciones oratorias tenian todas un corte académico. En la cátedra, como en la Tribuna Pública, fue siempre el mismo: impasible, frío y profundo.