ACTO DE COLACIÓN DE GRADOS
Discurso de Laura Audero. Egresada 2013
El encuentro de hoy tiene algo de simbólico y de ritual, es un momento único y emotivo por diversas razones. Por una parte, significa recordar los sacrificios que hemos hecho; las horas de descanso, familia y amigos trucadas por largas noches en vela. Pero también recordamos los momentos compartidos con los compañeros- hoy colegas-, docentes, y todos aquellos que nos acompañaron en la práctica diaria, y que ya no serán los mismos o no serán parte en esta nueva etapa. Gracias a ellos.
Si bien esta clausura supone un cierre al camino del aprendizaje en esta casa, la emoción que nos colma a la mayoría de los estudiantes – hoy docentes y técnicos- tiene notas de incertidumbre: ambas profesiones son difíciles y requieren de estudio y capacitación continua, pero sobre todo, suponen compromiso, responsabilidad y respeto por la vida y la dignidad del otro, que son valores irrenunciables en el por-venir profesional.
Pero me voy a detener por un momento en el ser docente, esa figura compleja que hoy se nos presenta como el presente que elegimos hace años, un proyecto personal. Guillermina Tiramonti se pregunta, haciendo una retrospectiva histórica y social de esta figura: “¿Qué son los docentes hoy? ¿Funcionarios públicos destinados a disciplinar a las nuevas generaciones a la vez que se les inculca una determinada concepción del mundo? ¿Sacerdotes capaces de transformar a los otros a través de una práctica desinteresada? ¿Operadores de la cultura? ¿Segundas madres de sus alumnos? ¿O trabajadores que reclaman por su salario y resisten la explotación a la que son sometidos?”
Todas estas identidades confluyen en los docentes y dan cuenta de la complejidad del perfil de este actor.
A través de estas preguntas desplegamos el abanico de significaciones que tiene como protagonista a la figura docente en su rol social en la Historia Argentina: Señorita ciruela, maestra de la época de Sarmiento, docente técnico, profesor en la Argentina de la Pizza con Champán y el recorte del 13%, Carlos Fuentealba. Si hasta podría escribirse la Tragedia del Docente Argentino, no sin un nudo en la garganta. Entonces no podemos ignorar esta trama que nos precede, pero que nos incluye y se actualiza en nosotros, cada vez que entramos al aula. El ser docente hoy implica saber que las estructuras sociales no son neutras, y que según el modo en que se estructuran, crean relaciones que pueden reprimir, o ser disparadoras de oportunidades de acción.
Por eso hoy, y de aquí en adelante, no debemos olvidar que somos-para-el –otro, que la docencia es, ante todo, servicio, y que sin el alumnado no tiene razón de ser. Es importante entonces recordar que “escuela” no es sinónimo de “educación”: los hombres pueden constituirse como sujetos y la humanidad puede seguir reproduciendo sus patrones culturales más allá de la propuesta escolar: somos prescindibles –o podemos serlo, si así lo queremos-, de allí la necesidad de reinventarnos y proponernos desafíos día a día.
Sabemos que la docencia, práctica esencialmente social, se configura en una compleja red de relaciones y que, como tal, se constituye socialmente como productora de sentidos colectivos. Está en nosotros, entonces, decidir qué escuela elegimos construir: la de la reproducción y la amplificación de discursos hechos, o la de la creación y la participación crítica.
Graciela Frigerio dijo, en el peor momento de estos últimos veinte años, “Educar y hacer escuela es pararse frente a las profecías de fracaso y decir: NO”. Creemos, entonces, que educar es resistir y que la escuela no debe ser un templo del saber –con la eminente carga simbólica del vocablo templo: sacro, establecido, incuestionable- sino un sitio de encuentro en el cual debatir y resignificar la realidad. Al respecto, y sin remitirnos al diccionario ni a orígenes etimológicos, es interesante atender a la palabra misma: saber. El saber, sustantivo, se enuncia como verbo. Es más que curioso si pensamos que hasta la acción más fundamental, vivir, se sustantiva (vida). Así, es indudable que el saber implica un acto y no una posesión. El saber es poder hacer algo con ese saber, transformarlo. El saber no es una actividad pasiva entonces, sino una puesta en marcha del sujeto como agente de la sociedad y la cultura.
Finalmente quiero dejar unas palabras de Julio Cortázar, quien en “Esencia y misión del maestro” afirmó: “una misión como la del educador exige el mayor sacrificio que puede hacerse por ella. De lo contrario, se permanece en el nivel del «maestro correcto». Aquéllos que hayan estudiado el magisterio y se hayan recibido sin meditar a ciencia cierta qué pretendían o qué esperaban más allá del puesto y la retribución monetaria, ésos son ya fracasados y nada podrá salvarlos sino un gran arrepentimiento”. Nadie, estoy segura, nadie, quiere formar parte de ese grupo. Somos de los que entienden que no nos podemos quedar mirando el horizonte desde lejos, sino que hay que hacer algo más…caminar hacia él y conquistarlo con el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio. Con ética y pasión.
FELICITACIONES A TODOS Y MUCHAS GRACIAS.