De la Educación Prohibida a Nuestras Escuelas
por Marianela Scocco
De la Educación Prohibida a nuestras escuelas
“La Educación Prohibida” es un video documental de Germán Doin (realización integral) y Verónica Guzzo (producción) que se propone, como ellos mismos afirman; “cuestionar las lógicas de la escolarización moderna y la forma de entender la educación, visibilizando experiencias educativas diferentes, no convencionales que plantean la necesidad de un nuevo paradigma educativo”. Es un proyecto realizado por jóvenes que hicieron unainvestigación que cubre 8 países con entrevistas a más de 90 educadores de propuestas educativas alternativas. Se estrenó mundialmente, es decir, en forma paralela, el 13 de agosto pasado en diferentes salas y proyecciones independientes.
Sin embargo, luego de verla detenidamente, me permito aquí hacerle una crítica constructiva. Entiendo que “La Educación Prohibida” se propone cuestionar la enseñanza escolar occidental heredada de la enseñanza prusiana del siglo XIX que se mantiene, según los realizadores, sin demasiados cambios, hasta nuestros días en nuestras escuelas de América Latina. He aquí, a mi modo de ver, el primer gran error. El documental analiza a un modelo de escuela que podía ser eficaz, en el sentido de que era capaz de lograr el efecto que esperaba, hace más de tres décadas, o que, en el mejor de los casos, es llevado a cabo en escuelas o colegios privados donde los niños (y los padres) son poseedores de un cierto “capital cultural” (si se me permite el eufemismo) que les consiente mantenerse dentro de ciertos cánones sociales impuestos por el capitalismo y la sociedad de clases. Ahora bien, la escuela, y sobre todo la escuela pública, ha dejado de ser esto que el documental describe hace muchos años en nuestros países dependientes. Luego de las dictaduras militares que se instauraron en las décadas del ’60 y ’70 en los distintos países de América Latina, seguidas por los gobiernos neoliberales de los años ’90, nuestros pueblos han sido testigos de la destrucción y desintegración de muchas de las redes sociales que habían regido nuestras relaciones sociales en nuestros jóvenes estados latinoamericanos. Así, una gran parte de la sociedad quedó totalmente excluida de servicios sociales de los que antes, aún escasamente, podía ser beneficiada. Un gran porcentaje de desocupados, grandes franjas de la población bajo la denominada línea de pobreza o de indigencia, muchas veces sin asistencia médica correspondiente, sin medios de transporte o servicios básicos como el agua potable, configuraron un cuadro de exclusión que el neoliberalismo masificó y que los gobiernos autodenominados progresistas de los dos mil no lograron superar. En medio del boom privatizador de los ’90, de los ajustes, del “achicamiento” del Estado, la escuela pública fue, al menos en Argentina, la única entidad estatal que se mantuvo en pie y que recibió, acogió y contuvo a los niños de esa gran franja de excluidos, que no son una franja sino personas prescindidos de las principales necesidades básicas. Hoy la escuela pública, sobre todo aquella de los barrios más marginales de las grandes ciudades, recibe, acoge y contiene a los hijos de esos niños, es decir, a niños que llevan en su propia historia familiar más de dos décadas de exclusión. ¿En qué parte de “La Educación Prohibida” se tiene en consideración a estos niños? ¿Y a estas escuelas? ¿Y a los docentes de estas escuelas?
Afirmar, como hace un entrevistado, que “un profesor estatal es un funcionario al que la autoridad le dice usted tiene que enseñar esto, esto y esto” es desconocer profundamente la realidad de nuestros docentes.
“La Educación Prohibida” habla de diversidad, de respeto y de autonomía. Valores con los cuales siempre estaremos de acuerdo, por supuesto. Ahora bien, hasta tanto nuestras sociedades no hayan alcanzado un mínimo de igualdad, de necesidades básicas cubiertas y de espacios de diálogo muy difícilmente podamos lograr lo otro. “La Educación Prohibida” nos habla de la importancia del amor en el momento de enseñanza-aprendizaje de un niño. ¿Conocen los realizadores del documental nuestras realidades cotidianas? ¿saben que quizá la única manifestación de amor que han sentido muchos niños ha sido, precisamente, en la escuela? ¿y creen que aún así eso es suficiente? No se pueden generalizar ejemplos que ya pasaron a la historia. Aún así, la escuela no puede cubrir las falencias que deja la familia en tanto institución social desarticulada. La escuela recibe, acoge y contiene, como se ha dicho, pero suplir no puede y no debe. Si bien es cierto que la escuela de principios del siglo pasado se masificó (es decir se hizo obligatorio) para homogeneizar a la población, también es cierto que hoy cumple el rol de sociabilizar y es la única herramienta que tienen los sectores marginados para salir de la exclusión. Por supuesto que no queremos una escuela que forme “ejércitos industriales de reserva” pero preparar a los niños para un mercado laboral medianamente digno comparado con sus opciones de vender drogas o salir a robar, sigue siendo, a mi modo de ver, una opción válida. Y atención, que quien suscribe cree profundamente en la revolución, pero no la haremos en tanto estos niños no superen el proceso de exclusión que se les ha impuesto.
“La Educación Prohibida” afirma que “la única forma que conocemos de educar es decirle al otro qué hacer y cómo hacerlo”, y nos reclama la necesidad de un docente “que ya no dicte clases sino que esté pasando por los grupos orientando, facilitando”. A lo cual yo me pregunto ¿quién lo ha dicho a los realizadores de esta película que no es eso lo que hacemos los docentes?
“La clave no está en los materiales, los recursos, las metodologías, los contenidos o los curriculums y planificaciones, sino en la forma, en la relación, en las personas y su forma de ver la educación, su manera de entender la vida, la niñez y el aprendizaje. Podemos capacitar miles de docentes e invertir millones en materiales y nuevas tecnologías pero el secreto es la mirada de cada ser humano sobre los otros, lo que hace y lo que es” afirma el documental. Ahora bien, yo diría que la clave está en la forma, en la relación, en las personas y su forma de ver la educación, su manera de entender la vida, la niñez y el aprendizaje pero está, sobre todo, en los materiales, los recursos, las metodologías, los contenidos o los curriculums y planificaciones. Más adelante un entrevistado afirma que “No se puede dar lo que no se tiene” y por eso insisto en la importancia de la formación de los docentes, en un salario digno y acorde con su capacitación y su trabajo, en incrementar los presupuestos educativos, porque no podemos darles a los niños conocimientos que no tenemos ni podemos darles recursos de los que no dispones.
Por eso la crítica y el reclamos debe apuntar a los Estados, responsables principales de la educación. Estamos de acuerdo con que los planes educativos quedaron atrasados pero el documental no dice una palabra en relación a que los intentos por cambiarlos lo que han hecho en lugar de mejorarlos y actualizarlos fue vaciarlos de contenidos y llenarlos de banalidades, haciendo a la escuela cada vez más fragmentaria y menos solidaria.
En tanto, para que quede claro, debato profundamente una educación decimonónica que ha quedado distanciada de la realidad actual en muchos aspectos y que debe renovarse. Pero para hacer realmente un cambio significativo es necesario analizar todas las aristas sociales que tiene el problema y es indispensable saber que acabar con todo lo anterior no siempre es progresista ni revolucionario, sino todo lo contrario. La tarea debe ser intentar construir, sobre bases que han sido sólidas y han servido sobremanera para que la escuela se readapte y se mantenga aún cuando pocas instituciones han quedado en pie, un nuevo paradigma de educación donde la escuela ya no sea sólo el lugar de contención que hoy es y vuelva a ser en el espacio de enseñanza-aprendizaje que fue, pensado éste como un intercambio continuo entre los niños y los docentes que todos los días hacemos a nuestra tan querida y criticada escuela.
Marianela Scocco