La ilusión de educar

La ilusión de educar

TRIBUNA CIUDADANA


 

La ilusión de educar

Educar es transmitir la pluralidad con inteligencia, estimular la creatividad en todo lo que emprendemos. Foto: MAURICIO GARÍN

Prof. Perla Del Carmen Marelli (*)

Todos sabemos que la educación supone interacción entre educador y educando. El docente tiene la posibilidad de adentrarse en el alumno, pero para hacer este proceso necesita ir con lo mejor de sí mismo, poner al servicio de la educación todas sus potencialidades, disponer de su ser en forma más plena.

El docente es capaz de aceptarse y valorar a los alumnos: permitiendo entrar en comunicación con el otro. De alguna manera realiza su vida como una anticipación, que se hace capacidad de espera en él, en sus posibilidades, en su compromiso, en modos de sentir y de pensar, en creer en las potencialidades de sus alumnos.

El docente tiene la posibilidad de llegar al corazón de sus alumnos: siente el optimismo que le permite educar, moldear, extraer lo mejor de cada uno de ellos. Esto es posible porque se da una concurrencia entre lo que somos y el gozo interior que buscamos, en el sí de cada día. En la relación directa con los alumnos, con el entorno, consigo mismo, y con la comunidad en la que se está inserto. De alguna manera es convertir la realidad en “camino de posibilidades”, abriendo puertas… Como expresa nuestra colega Patricia Redondo, “los jardines de infantes (1) abren sus puertas todos los días y éste sería un gesto más, si no pensáramos y advirtiéramos que éstos reciben a los niños y niñas desde edades muy tempranas” (Redondo, P. 2007). Desde el inicio, desde la cuna nos susurra Hebe Duprat “los nuevos”, “los recién llegados”, se asoman a diario a las voces, cuerpos, ritmos y propuestas de las instituciones y organizaciones que se dedican a la atención educativa de la primera infancia.

Me pregunto entonces: ¿cómo pensar sobre la infancia hoy? ¿Qué experiencias tienen hoy los niños y niñas? ¿Cómo configurar nuevas miradas?

“Sin embargo no siempre el valor de la educación inicial era reconocido lo suficiente. Con frecuencia los docentes debían promover desde su propia práctica, formación y convicción, la proyección de los jardines en las comunidades. Basta recordar a Hebe San Martín de Duprat como pionera en la creación de las escuelas infantiles en la ciudad de Buenos Aires, y en su nombre hacer extensivo como homenaje a las diferentes generaciones de educadores y docentes de la educación inicial que intentaron dar cuenta apasionadamente de la relevancia enorme de la atención educativa temprana e influyeron decididamente a la expansión del nivel a lo largo de todo el país”. (Redondo, P.).

Repensando la infancia hoy… “lo social, en sus diferentes matices, atraviesa los cercos simbólicos de las instituciones y provoca diferentes resonancias en la actividad diaria de los jardines. La caída de los sectores medios y el empobrecimiento generalizado a partir de la crisis de 2001, provocó un aumento en la cantidad de familias que necesitaban recibir asistencia por parte de las instituciones educativas y ello incluyó también a los jardines.

“Los jardines trabajan en muchas ocasiones frente a realidades sociales complejas, signadas por los síntomas actuales del malestar” (Tizio H. 2002, Zelmanovich, P 2009) que presentan las sociedades profundamente desiguales como las latinoamericanas. Reconocer esta complejidad y problematizarla permite comprender lo que acontece.

Sostengo que hoy más que nunca, los niveles de compromiso y responsabilidad se profundizan tanto por el momento histórico que nos toca vivir, como por las demandas propias de la profesión docente, de los niños y niñas, y de sus familias; éstos últimos buscando muchas veces la contención que otros espacios de la sociedad no les brindan.

“Son los problemas que tocan los límites, los que nos enseñan todos los recursos de una cultura” (Freyerabend, P.).

Como expresa Patricia Redondo: “Educar consiste en una tarea de sostén, de un tiempo de espera, de un devenir que aún no ha llegado, educar en el presente, en el día a día, nos ubica frente a la necesidad de imaginar a los niños y niñas, que aman las rondas o juegan en los parques, amasan, pintan, bailan, pelean o cantan en una temporalidad más larga. Imaginar qué podrán ser en el futuro, contornear un lenguaje de posibilidades que se traduzca en la propuesta pedagógica es una tarea ineludible y principal. Si delante de nuestros ojos como docentes y/o educadores imaginamos a una niña como una futura astronauta, una ingeniera, una tejedora, o a un niño como un pintor, un maestro, un bailarín, un filósofo en fin, la lista sería larga-, las expectativas y la preocupación por la transmisión en el presente se desplegará hacia el porvenir. Si por el contrario, se simplifica aún hoy contextualizado sólo en la actual realidad social, este movimiento intrínseco a todo acto pedagógico se reduce”.

Destaco además lo que comparte junto a nosotros Estanislao Antelo, sobre el oficio de enseñar: “En términos generales, podemos afirmar que el oficio de enseñar ha estallado (Dubet, 2006) y la consecuencia inmediata de esa desintegración consiste en que el trabajo en las instituciones educativas se ha transformado en una multiplicidad de experiencias profesionales cuya unidad se nos escapa”.

“Tiene oficio quien sabe hacer algo”; “implica, en primer término, que el trabajo sea objetivable y que el profesional pueda decir: ésta es mi obra, éste es el resultado de mi actividad, puedo mostrarlo y demostrarlo (…) en este caso no hablo de profesión, sino de oficio concebido como la capacidad de producir algo, de conocerlo y de hacerlo reconocer” (Dubet, op, cit: 443).

Pienso en los niños y niñas de hoy, en los del jardín de infantes que transito con inmensa alegría todos los días; en esa búsqueda constante, a veces trabajosa, de talentos, aprendizajes, tiempos, buscando “posibilidades de todos”, esperando ser desarrollados en el ambiente adecuado. Los niños pequeños son grandes artistas, nos enseñan, nos interpelan, apelan a la fantasía y a la imaginación, dan respuestas inesperadas, proponen, participan, a veces también desde el silencio.

“El ruido de lo que somos llega a los oídos de nuestros alumnos con tanta fuerza que les impide oír lo que decimos” (Emerson). “El oído, el ojo, la mano y el corazón deben ser educados a la vez” (Suzuki).

El rol docente debe estar acompañado de pasión por la tarea y así poder transformar en la cotidianidad del aula los contenidos educativos en situaciones ricas de aprendizaje, que posibiliten desarrollar al máximo las capacidades de los alumnos, integrando a la vez los diferentes lenguajes, recuperando el entusiasmo por enseñar y aprender. Educar es transmitir la pluralidad con inteligencia, estimular la creatividad en todo lo que emprendemos, “aquellos que vamos haciendo la escuela”, sentir que se es libre porque se puede preguntar y encontrar respuestas sin sentir vergüenza. Y se me viene a la memoria una “gran maestra” que dejó huellas imborrables en mi profesión y en la educación inicial: Leticia Cossettini. Por donde pasaba Leticia, pasaba la vida, defensora de la creación y la responsabilidad de enseñar y aprender con dignidad y conciencia, para ella “el arte estaba en el vivir cotidiano”.

Conclusiones finales: al comenzar el trabajo, pensé en mi historia personal, cuando abracé esta maravillosa profesión, primero como docente de sala y luego como directora del Jardín de Infantes. De ahí nace el título “La Ilusión de Educar”. Y al mismo tiempo me pregunto: ¿qué lugar tiene la escuela y tenemos los docentes con nuestra labor cotidiana?, ¿qué huellas vamos dejando a lo largo del camino? La escuela que habitamos todos los días está hecha de historias personales, dejando una marca en los otros, esos otros son los niños y niñas, los padres, los maestros, la comunidad toda, que vamos haciendo la escuela que deseamos ser, con identidad propia.

Es por ello que estas bibliografías trabajadas me permiten mirar, recordar y, al mismo tiempo, reflexionar, en las nociones de conocimiento, educando y educador, categorías claves para volver a mirar y mirarnos, resignificando situaciones concretas de la realidad, para problematizarlas y en algunos casos desnaturalizarlas.

Educadores que nos encontramos buscando el camino, la manera de incorporar y sostener en el interior de la escuela a todos los niños y niñas ante tantas desigualdades sociales. Por eso rescato la bibliografía de Patricia Redondo y de Estanislao Antelo, aportes valiosos para estos tiempos complejos. El acto de educar es un gesto político, están en nuestras manos las decisiones que tomamos, la educación nos permite, nos ofrece un plus que las familias no pueden dar. Pensar es algo que en estos tiempos se hace dificultoso, pensar no es cualquier cosa, es un modo de aprender el mundo. Claro que corremos el riesgo de ser criticados, no aceptados, pero vale la pena intentarlo. Miro la escena, miro la vida, y siempre en mi corazón estarán los nombres de todos los niños y niñas que transitan el jardín de infantes.

 

«La escuela que habitamos todos los días está hecha de historias personales, dejando una marca en los otros, esos otros son los niños y niñas, los padres, los maestros, la comunidad toda.»

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